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viernes, marzo 29, 2024

Los segundos polvos

“El segundo polvo tiene la ventaja del tiempo. Ya nos comimos, ya nos besamos, ya nos quedamos en la cama un rato y ahora sí podemos concentrarnos, fuera de arrancarnos la ropa, en el sexo puro, como instrumento de placer”, dice el testimonio que reproduce Soho.

Una mujer que se identifica simplemente como Lola, cuenta en Soho sus experiencias sexuales respecto de los segundos polvos.

Para abordar el tema, refiere una historia personal tras un encuentro exprés con un amigo.

“Andrés y yo salimos unas dos o tres veces. Luego de ir al cine, un viernes por la noche, llegamos a su casa, donde nos empezamos a desvestir y a darnos besos y luego nos acostamos y ya estuvo. Digo ya estuvo, porque no pasaron dos minutos tirando antes de que Andrés dijera algo así como: “ups” o “ay” o esas exclamaciones de los niños cuando hacen algo malo. Yo no quedé ni siquiera iniciada. Quedé aburrida y frustrada y le pregunté si el problema era mío”.

Revela que el hombre en cuestión se justificó al decir que “cuando le gustaba mucho una nena no podía contenerse”.

En ese momento, se aventuró a darle un consejo: “le pedí que se pajeara antes de ver a la nena que le gustaba y que así cuando se la comiera, ese sería en realidad su segundo polvo y sería sin duda muy bueno”.

Con esa explicación, la confidente se lanza a explicar por qué gusta más de lo segundos que de los primeros encuentros sexuales.

“A mí me gustan más los segundos polvos que los primeros. Los primeros casi siempre son más apasionados, eso es bonito. Pero al mismo tiempo son más cortos, y para una mujer multiorgásmica (que no todas lo son) es más rico el segundo, porque uno retoma donde dejó la cosa y sigue y sigue y sigue”, sostiene.

De igual manera, argumenta que “el segundo polvo tiene la ventaja del tiempo. Ya nos comimos, ya nos besamos, ya nos quedamos en la cama un rato y ahora sí podemos concentrarnos, fuera de arrancarnos la ropa, en el sexo puro, como instrumento de placer”.

“Tiene también la ventaja de las posiciones. Como es más largo y más tranquilo, siempre termina uno ensayando posiciones nuevas en un segundo polvo, a veces con manual en mano. Y lo más importante es que es un polvo conversado. No hay nada más rico que hablar en los polvos. ¿Por qué será que casi todos se quedan callados? ¿Para concentrarse en no venirse? Bueno, el segundo polvo no tiene ese problema, entonces uno charla, no solo “métemelo así” o “siéntate aquí”, sino que es capaz de decir frases más elaboradas, como “me gusta mucho cuando estás sentada encima porque puedo ver tus tetas” o “qué delicia que esté lloviendo y no tengamos que salir”.

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